Luz variable
A Patricio Rey, que
filosofó con profundidad.
Reflexión
Está pensando en la gotita de rocío que cuelga de la ventana de su alma más que en la oscuridad a la que se acerca de a poco y se complementa con esta chispa en un mar de oscuridad sin matices, chata y uniforme de la vida. Se acercó a la oscuridad que vale la pena, la sintió, ahí estaba pero ya se fue, ya le impidieron formar el equilibrio, la fusión de uno ante Luzbel o ante un dios digital.
Está pensando en la gotita de rocío que cuelga de la ventana de su alma más que en la oscuridad a la que se acerca de a poco y se complementa con esta chispa en un mar de oscuridad sin matices, chata y uniforme de la vida. Se acercó a la oscuridad que vale la pena, la sintió, ahí estaba pero ya se fue, ya le impidieron formar el equilibrio, la fusión de uno ante Luzbel o ante un dios digital.
Claro, la vida,
supongo, se compone de detalles, de pavadas, eso debe ser. Igual sigue siendo
una cagada lamentar la caída de cierto tótem cuando lo que se viene abajo es
todo el mundo. O no. Por ahí es como poner un ladrillo y estar orgulloso de
haberlo puesto y después enorgullecerse de la construcción completa de la casa.
Pero no es para quedarnos en casa que hacemos una casa.
Como sea, esa nube
de oscuridad que avanza con su brillo –así como él brilla en su oscuridad-
avasalla sólo aquello que él deja que se lleve por delante. Entonces quiere que
sí sea más importante que esa gotita de rocío y que la mismísima ventana de su
alma pero la minúscula gota es lo suficientemente importante como para
interponerse en el brillo mutuo, en el abrazo, en la unión. Eso y la variable
distancia que se juega en todo caso todavía más.
Sabe que no tardará
en llegar el abrazo de la homogeneidad espiritual, cuando los corazones
revienten de pasión y las sangres fluyan en ríos de desenfrenada libertad y la
oscuridad con su luz sea una con este brillo oscuro y entonces sí: a brillar,
mi amor.
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