La Condesa Sangrienta
Alejandra Pizarnik es (re)conocida por su poesía
profunda, reflexiva y melancólica. Pero aquí transita un camino diferente. En
primer lugar, el texto no surgió en formato libro sino como una serie de artículos publicados en 1966, un año después de la
aparición de la que se considera su obra más importante, “Los trabajos y las
noches”.
La condesa a la que alude el título es Ersébet Bathory, noble húngara que trascendió por sus crímenes, su fascinación por la tortura y, fundamentalmente, por buscar la eterna juventud en los baños en sangre de jovencitas, preferentemente vírgenes.
Los primeros cuatro capítulos son una enumeración de los métodos y herramientas de tortura empleados por Bathory; los siguientes siete discurren por su vida en orden cronológico, sin llegar a ser una biografía. Es más bien una sucesión de relatos que van desde el origen del apellido de Ersébet hasta su aprehensión y castigo. Relatos que en parte echan luz y en parte contribuyen al misterio. Esa es Pizarnik en estado puro: cada frase que parece una revelación también muestra lo que se ignora, lo que parece insondable. El estilo es el habitual en ella: frases descarnadas que equilibran la austeridad con lo sutilmente florido, con un uso exacto de los adjetivos pero poderosísima en la construcción de imágenes.
Santiago Caruso ilustra con influencias claras de Enrique Alcatena, el Greco y Breguel el Viejo sin que esto obste para desplegar una gran personalidad, logrando que sus ilustraciones tengan el mismo misterio que las palabras de la autora. Lo alegórico o metafórico se cruza con el surrealismo. La predominancia de los colores rojo, blanco y negro logran una simbiosis con el texto que dan como resultado un libro atrapante. Bathory es un personaje que tuvo muchísimos abordajes desde la literatura y el cine. “La condesa sangrienta” tal vez sea el más coherente con la propia personalidad e historia de la protagonista.
La condesa a la que alude el título es Ersébet Bathory, noble húngara que trascendió por sus crímenes, su fascinación por la tortura y, fundamentalmente, por buscar la eterna juventud en los baños en sangre de jovencitas, preferentemente vírgenes.
Los primeros cuatro capítulos son una enumeración de los métodos y herramientas de tortura empleados por Bathory; los siguientes siete discurren por su vida en orden cronológico, sin llegar a ser una biografía. Es más bien una sucesión de relatos que van desde el origen del apellido de Ersébet hasta su aprehensión y castigo. Relatos que en parte echan luz y en parte contribuyen al misterio. Esa es Pizarnik en estado puro: cada frase que parece una revelación también muestra lo que se ignora, lo que parece insondable. El estilo es el habitual en ella: frases descarnadas que equilibran la austeridad con lo sutilmente florido, con un uso exacto de los adjetivos pero poderosísima en la construcción de imágenes.
Santiago Caruso ilustra con influencias claras de Enrique Alcatena, el Greco y Breguel el Viejo sin que esto obste para desplegar una gran personalidad, logrando que sus ilustraciones tengan el mismo misterio que las palabras de la autora. Lo alegórico o metafórico se cruza con el surrealismo. La predominancia de los colores rojo, blanco y negro logran una simbiosis con el texto que dan como resultado un libro atrapante. Bathory es un personaje que tuvo muchísimos abordajes desde la literatura y el cine. “La condesa sangrienta” tal vez sea el más coherente con la propia personalidad e historia de la protagonista.
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