Kiss: Psycho Circus

De Brian Holguin, Angel Medina y otros dibujantes.
Reseña



Eran los ’90, una época en que florecieron los Jim Lee, los Michael Turner, los Todd McFarlane; una época donde las historias eran una excusa para el impacto visual de los dibujos. Es en ese marco en que hay que abordar los 31 números de Kiss: Psycho Circus. Fue justamente el creador de Spawn el que habló con Gene Simmons y el resto del grupo para pensar el concepto de esta historieta, que se publicó en 1998 por su sello, Image.
¿De qué la va? Básicamente es una sucesión de historias que tienen en común que sus protagonistas atraviesan algún tipo de cambio en sus conciencias después de enfrentarse a los cuatro-que-son-uno, “the four-who-are-one” en el original. Estos cuatro son The Beast King (o Rey Bestia), The Demon (El Demonio), The Star Bearer (El Portador de la Estrella) y The Celestial (El Celestial). Se trata de una suerte de dioses que personifican cuatro aspectos de la existencia: el Rey Bestia representa lo animal; el Demonio, lo maligno, transgresor o violento; el Portador de la Estrella, los sentimientos y el Celestial, las fuerzas cósmicas del universo.
Por el “circo sicótico” del título desfilan personas miserables que han tenido duras experiencias en su infancia, delincuentes de medio pelo, algunos maniáticos realmente peligrosos, tipos y minas que viven en el reviente. El circo es eso: una feria o “carnaval” que recorre los pueblos con su galería de espejos, su “fortune teller” (Madam Raven, que además de leer las cartas, es ciega y dirige el circo), sus contorsionistas, magos y payasos.
Mayormente, los protagonistas de cada arco argumental –ninguno se extiende por más de cuatro números- llegan al circo por circunstancias fortuitas y allí se enfrentan a la experiencia mística que es el encuentro con los cuatro-que-son-uno.
Kiss: Psycho Circus no es Promethea ni Watchmen. Pero tampoco tiene por qué serlo. ¿Hay cosas mejores? Sin dudarlo. Pero hay que reconocerle que, ante el panorama de mediocridad en que apareció, termina siendo una lectura llevadera, entretenida y sin pretensiones.
Ojalá alguien lo lea sin conocer a Kiss, la banda. Ojalá alguien lo lea perdiéndose las incontables referencias a su música y su historia; alguien que no sepa que El Demonio es Gene Simmons, que el Portador de la Estrella es Paul Stanley, que el Rey Bestia es Peter Criss y que El Celestial es Ace Frehley. Ojalá lo lea quien no sepa por qué los arcos se llaman “El año del zorro”, “Destructor” (aunque más apropiado es dejarlo en “Destroyer”, como es en su idioma original), “Un mundo sin héroes”, etc.
Pero si eso no pudiera ser, entonces al lector no le quedará otra que regodearse en un elemento más del infinito pochoclo kissero. ¿Y quién no disfrutaría de un balde de pochoclo una madrugada viendo “Kiss contra los fantasmas del parque”?



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